Se fue el pañuelo,
pétalo amarillo.
Con todo el sol
salió de la mano,
el pincel cuerdo,
los ojos calientes,
la mesa robusta,
la casa abierta.
Acarició los techos,
atravezó la tarde de jacarandaes,
entró en la noche.
Así otra mujer lo tuvo entre manos
y eso bastó
para confirmar
su oficio de flor.
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